Alas seguras (cuento)
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Alas seguras (cuento)
Erika Lun Oct 18, 2010 2:51 am
Alas seguras
Erika Harris
Nunca imaginaron vivir un horror parecido. El avión había caído en la falda de aquel gigantesco volcán sólo 30 minutos después de despegar, justo en el momento en que el auxiliar de vuelo de anteojos rojos, cuadrados, comenzaba a servir el desayuno.
Ya estaban casi saboreando el anunciado menú cuando, como de niño juegas en los toboganes y caes al vacío, el avión dio un bajón súbito, medio que recuperó el equilibrio y se encendieron las luces de no fumar – en un vuelo de no fumar-, las que ordenaban ajustarse el cinturón de seguridad y todas las del pasillo. De una vez se escuchó la voz del capitán, muy segura pero con una velada nota de temor, notificando sobre una breve pérdida de presión, nada importante, espero que disfruten su comida.
De inmediato, el gran animal metálico perdió altura a gran velocidad. No hubo tiempo para mucho. Se dieron indicaciones para asumir posición de choque y poner el equipaje de mano bajo el asiento delantero. Eso sonó como una broma de mal gusto. ¡Quién pensaba en ese instante en el neceser o el maletín! Bueno, gajes del oficio.
La señora del gran sombrero de paja comenzó a gritar histérica; el ejecutivo, que al abordar había exigido ser tratado como un personaje de la realeza, se descontroló en un llanto infantil, con sollozos hacia adentro; un niño de unos siete años que viajaba con su madre, exclamó entusiasmado que era igual que en su videojuego; la monjita del 5B dio inicio a rezos en voz alta que competían con las oraciones del pastor del 6B.
Después de segundos, que parecieron horas, vino el estrellón. El avión rozó su gran panza contra la tierra llana que servía de alfombra verde al enorme volcán. Fue un aterrizaje de miedo, espectacular y, por esos milagros que semejan el salir del sol cada mañana, los 40 pasajeros, la tripulación y las dos mascotas que viajaban en carga, sobrevivieron.
Pasado el primer susto, algunos lloraban, otros reían; el capitán y su tripulación verificaban el estado de la gente; la monjita se daba pródigos abrazos con el pastor, rebosante de alegría.
El auxiliar de vuelo, con entera solemnidad, desarrugó su chaqueta, se ajustó los lentes rojos, peinó sus alborotados cabellos, y dijo:
- Este ha sido el vuelo 110, ha sido un placer servirles, esperamos que vuelen con nosotros nuevamente, y gracias por preferirnos.
Erika Harris
Nunca imaginaron vivir un horror parecido. El avión había caído en la falda de aquel gigantesco volcán sólo 30 minutos después de despegar, justo en el momento en que el auxiliar de vuelo de anteojos rojos, cuadrados, comenzaba a servir el desayuno.
Ya estaban casi saboreando el anunciado menú cuando, como de niño juegas en los toboganes y caes al vacío, el avión dio un bajón súbito, medio que recuperó el equilibrio y se encendieron las luces de no fumar – en un vuelo de no fumar-, las que ordenaban ajustarse el cinturón de seguridad y todas las del pasillo. De una vez se escuchó la voz del capitán, muy segura pero con una velada nota de temor, notificando sobre una breve pérdida de presión, nada importante, espero que disfruten su comida.
De inmediato, el gran animal metálico perdió altura a gran velocidad. No hubo tiempo para mucho. Se dieron indicaciones para asumir posición de choque y poner el equipaje de mano bajo el asiento delantero. Eso sonó como una broma de mal gusto. ¡Quién pensaba en ese instante en el neceser o el maletín! Bueno, gajes del oficio.
La señora del gran sombrero de paja comenzó a gritar histérica; el ejecutivo, que al abordar había exigido ser tratado como un personaje de la realeza, se descontroló en un llanto infantil, con sollozos hacia adentro; un niño de unos siete años que viajaba con su madre, exclamó entusiasmado que era igual que en su videojuego; la monjita del 5B dio inicio a rezos en voz alta que competían con las oraciones del pastor del 6B.
Después de segundos, que parecieron horas, vino el estrellón. El avión rozó su gran panza contra la tierra llana que servía de alfombra verde al enorme volcán. Fue un aterrizaje de miedo, espectacular y, por esos milagros que semejan el salir del sol cada mañana, los 40 pasajeros, la tripulación y las dos mascotas que viajaban en carga, sobrevivieron.
Pasado el primer susto, algunos lloraban, otros reían; el capitán y su tripulación verificaban el estado de la gente; la monjita se daba pródigos abrazos con el pastor, rebosante de alegría.
El auxiliar de vuelo, con entera solemnidad, desarrugó su chaqueta, se ajustó los lentes rojos, peinó sus alborotados cabellos, y dijo:
- Este ha sido el vuelo 110, ha sido un placer servirles, esperamos que vuelen con nosotros nuevamente, y gracias por preferirnos.
Erika- Cantidad de envíos : 814
Registrado : 30/09/2009
Re: Alas seguras (cuento)
canicheadicta Miér Oct 20, 2010 2:00 pm
ahhhhhhhhhhhhhhhh que horrorrrrrrrr
¿te imaginas??? jajaja que sangre fria!!!!! es como la compañia Vueling que te sueltan al inicio y al final un: " esperamos que hayan disfrutado de un buen vueling" jajaja
canicheadicta- Cantidad de envíos : 1471
Registrado : 29/09/2009
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